sábado, 25 de julio de 2009

Identidades múltiples y fluidas

No nos importa la identidad como carta de ciudadania.
No nos importa la identidad como cuota dentro del sistema.
No nos importa la identidad como espacio de poder ni de ficción de poder.
No importa cuál fuera el punto de partida para la identidad: la edad, el sexo, el color de la piel, el lugar geográfico donde has nacido, tus elecciones para el placer, tu origen cultural, tu trabajo, tu ropa. No importa.
Cualquiera de estas diferencias contenedoras de identidades puede nutrir al propio sistema en su reforzamiento; puede constituir una prótesis del sistema en su fortalecimiento, en sus espejismos de libertad, en sus augurios de incorporación e inclusión socio política.
La identidad nos importa en la medida en que es espacio para crear desorden social, desorden afectivo, desordenando turnos, prioridades, y privilegios. Nos importa para deshacerla, rehacerla y reinventarla.

Hoy queremos hablar de esa tensión entre la identidad entendida como algo fijo y estable y ese lugar incómodo de la no identidad, o de la inestabilidad, la fluidez, lo cambiante. Demasiado frecuentemente, la idea de identidad aún permanece atada a la visión que entiende las identidades como algo dado o recibido, y no negociado social y políticamente dentro de condiciones históricas específicas. El resultado de estas ausencias es que la identidad queda inmovilizada, se cristaliza.

Te proponemos pensar una noción de identidad más compleja e históricamente situada, que tome a la identidad como una construcción social, fluida, parcial, contradictoria y no unitaria. Pensar la identidad significa analizar cómo tales cuestiones son efectos constitutivos tanto de relaciones sociales e históricas, como también una posibilidad de rearticular deseo y placer.

La perspectiva queer insiste en que cuando se trata de cuestiones de deseo, de amor, y de afectividad, la identidad bien puede sorprenderse a sí misma: creando formas de sociabilidad, políticas e identificaciones que desaten al yo de los discursos dominantes de la biología, la naturaleza y la normalidad.

Nos interesa pensar entonces las identidades en términos configuraciones identitarias, como puntos de cuestionamiento de las oposiciones que reproducen modos de jerarquización. Pensarnos, entonces, no desde interrogantes que fijen y esblezcan una esencia, sino desde preguntas como ¿cómo, dónde, cuándo soy?

¿Cómo te suena esto de pensarnos en términos de identidades múltiples y fluídas? En una entrevista al activista y sociólogo, Juan Pechín, nos contaba acerca de su propia experiencia cuando lo que pensamos, lo que teorizamos, se pone en tensión con nuestra propia vida cotidiana.

"No hay identidad que me haya ofrecido refugio ni acogida, porque no hay identidad que me haya considerado, en última instancia, pura y digna de pertenencia. Por eso asumo dichosamente la perspectiva desde fuera. Huyo fuera, al afuera, a la intemperie, a la calle, a la vulnerabilidad completa.
Me ubico por fuera de los mandatos y los códigos de convivencia y de obediencia. Y opto por incomodar en todos los espacios. Trascender la afirmación de la identidad y reconocerme, impura, imperfecta, desarraigada, desvinculada, contradictoria y compleja. Puedo reconocerme no perteneciente y romper la mudez y el silencio hablando una lengua inédita."

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sábado, 18 de julio de 2009

Baños: tecnologías de género

Hoy, como siempre, tampoco sabemos dónde estás, pero te invitamos a que nos acompañes y te vengas con nosotras, al baño. O que vayas sola o solo, o con la compañía que elijas, o lo hagas con tu imaginación. Pero nuestra invitación de hoy es esa: entremos al baño.

Pensar en los baños es pensar en territorios, territorios ya cargados de una subjetividad heterosexista, baños que nos indican con toda precisión a cuál acudir en caso de identificarse con uno de los dos dibujos posibles que sus puertas exhiben: aquí si sos hombre, aquí si sos mujer. Y se acabó. .. Pero podríamos imaginar una cantidad de puertas dibujadas con una cantidad de formas sin formas definidas, para que entren todes, todas, todos, los de las imágenes y los que con su cuerpo interpelan esas imágenes…

Porque no sólo fue y es el armario el sitio donde se esconde la disidencia, el lugar donde una, uno encuentra la ropa justa para salir y mostrarse tal cual la sociedad espera que te muestres. Como escribe la filósofa trans española Beatriz Preciado, en un texto titulado “Basura y género. Mear/Cagar. Masculino/Femenino”, más acá de las fronteras nacionales, miles de fronteras de género, difusas y tentaculares, segmentan cada metro cuadrado del espacio que nos rodea. Allí donde la arquitectura parece simplemente ponerse al servicio de las necesidades naturales más básicas (dormir, comer, cagar, mear..) sus puertas y ventanas, sus muros y aberturas, regulando el acceso y la mirada, operan silenciosamente como la más discreta y efectiva de las "tecnologías de género." , ese conjunto de instituciones y técnicas, desde el cine hasta el derecho pasando por los baños públicos, que producen la verdad de la masculinidad y la feminidad.

¿Cómo se constituyeron históricamente estos espacios en los que no vamos a evacuar sino a hacer nuestras necesidades de género? ¿Donde no vamos a mear sino a reafirmar los códigos de la masculinidad y la feminidad? Los baños públicos, son instituciones burguesas que se generalizaron en las ciudades europeas a partir del siglo XIX. Fueron pensados primero como espacios de gestión de la basura corporal, y se convirtieron progresivamente en cabinas de vigilancia del género. No es casual que la nueva disciplina fecal impuesta por la naciente burguesía sea contemporánea del establecimiento de códigos conyugales y domésticos que exigen la redefinición espacial de los géneros y que serán cómplices de la normalización de la heterosexualidad y la patologización de la homosexualidad.

En el siglo XX, los retretes se vuelven auténticas células públicas de inspección, en las que se evalúa la adecuación de cada cuerpo con los códigos vigentes de la masculinidad y la feminidad.
En la puerta de cada retrete, como único signo, una interpelación de género: masculino o femenino, damas o caballeros, bigote o florecilla, como si hubiera que entrar al baño a rehacerse el género más que a deshacerse de la orina y de la mierda. No se nos pregunta si vamos a cagar o a mear, si tenemos o no diarrea, nadie se interesa ni por el color ni por la talla de la mierda. Lo único que importa es el GÉNERO.

Pensemos en cualquier baño público, desde los de tu escuela o tu facultad, un boliche, la terminal, hasta el más lejano aeropuerto internacional, sumidero de desechos orgánicos internacionales en medio de un circuito de flujos de globalización del capital. Entremos en los baños de mujeres.

Una ley no escrita autoriza a las que ya están en el baño, compartiendo espejos y lavamanos, a inspeccionar el género de cada nuevo cuerpo que decide cruzar el umbral. El control público de la feminidad heterosexual se ejerce primero mediante la mirada, y sólo en caso de duda mediante la palabra. Cualquier ambigüedad (pelo excesivamente corto, falta de maquillaje, una pelusilla que sombrea en forma de bigote, o un paso demasiado afirmativo…) exigirá un interrogatorio para justificar la elección de retrete: "Eh, usted. Se ha equivocado de baño, los de caballeros están a la derecha." Así, en base a un cúmulo de signos que indican el género del otro baño, se exigirá irremediablemente el abandono del espacio, so pena de sanción verbal o física.

Si, superando este examen, logramos acceder a una de las cabinas, nos encontraremos entonces en una habitación de 1 x 1,50 m2 que intenta reproducir en miniatura la privacidad de un baño doméstico.

Cada cuerpo encerrado en una cápsula evacuatoria de paredes opacas que lo protegen de mostrarse desnuda, de exponer a la vista pública la forma y el color de sus deyecciones, comparte sin embargo el sonido de los chorros de lluvia dorada y el olor de las mierdas que se deslizan en los sanitarios contiguos. Libre. Ocupado. Una vez cerrada la puerta, un inodoro blanco de entre 40 y 50 centímetros de alto, taburete de cerámica que conecta nuestro cuerpo defecante a una invisible cloaca universal (en la que se mezclan los desechos de señoras y caballeros), nos invita a sentarnos tanto para cagar como para mear.

El váter femenino reúne así dos funciones diferenciadas bajo una misma postura y un mismo gesto: femenino=sentado. Al salir de la cabina reservada a la excreción, el espejo, reverberación del ojo público, invita al retoque de la imagen femenina bajo la mirada reguladora de otras mujeres.

Crucemos el pasillo y vayamos ahora al baño de caballeros. Clavados a la pared, a una altura de entre 80 y 90 centímetros del suelo, uno o varios urinarios se agrupan en un espacio accesible a la mirada pública. Dentro de este espacio, una pieza cerrada, separada categóricamente de la mirada pública por una puerta con cerrojo, da acceso a un inodoro semejante al de los baños de señoras.

Desde principios del siglo XX, la única ley arquitectónica común a toda construcción de baños de caballeros es esta separación de funciones: mear-de pie/cagar-sentado. Dicho de otro modo, la producción eficaz de la masculinidad heterosexual depende de la separación imperativa de genitalidad y analidad. La arquitectura funciona como una verdadera prótesis de género que produce y fija las diferencias entre las funciones biológicas atribuidas a hombres y mujeres. El urinario, como una protuberancia arquitectónica que crece desde la pared y se ajusta al cuerpo, es una prótesis de la masculinidad que facilita la postura vertical para mear. Mear de pie públicamente es una de las performances constitutivas de la masculinidad heterosexual moderna. De este modo, el discreto urinario no es tanto un instrumento de higiene como una tecnología de género que participa de la producción de la masculinidad en el espacio público. Por ello, los urinarios no están enclaustrados en cabinas opacas, sino en espacios abiertos a la mirada colectiva, puesto que mear-de-pie-entre-varones es una actividad cultural que genera vínculos de sociabilidad compartidos por todos aquellos, que al hacerlo públicamente, son reconocidos como hombres.

Dos lógicas opuestas dominan los baños de señoras y caballeros. Escapar al régimen de género de los baños públicos es desafiar la segregación sexual que la moderna arquitectura urinaria nos impone desde hace al menos dos siglos,: público/privado, visible/invisible, hombre/mujer, pene/vagina, de-pie/sentado, ocupado/libre…

Una arquitectura que fabrica los géneros mientras, con el pretexto de la higiene pública, dice ocuparse simplemente de la gestión de nuestras basuras orgánicas. Infalible economía productiva que transforma la basura en género. No nos engañemos: en la máquina capital-heterosexual no se desperdicia nada. Al contrario, cada momento de expulsión de un desecho orgánico sirve como ocasión para reproducir el género. Las inofensivas máquinas que comen nuestra mierda son en realidad normativas prótesis de género.

No vamos a los baños a evacuar sino a hacer nuestras necesidades de género. No vamos a mear sino a reafirmar los códigos de la masculinidad y la feminidad en el espacio público.

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sábado, 11 de julio de 2009

Repudio al golpe de Estado en Honduras

"Como feministas de Argentina, comprometidas con la defensa de los derechos humanos, manifestamos nuestro más enérgico rechazo y repudio al golpe militar perpetrado contra el gobierno constitucional de Honduras.
Llevamos en nuestra memoria y las marcas de nefastas dictaduras que desaparecieron, secuestraron y encarcelaron a miles de personas. Muchos de estos hechos continúan aún hoy impunes. Miles de personas viven hoy en América Latina bajo los efectos de la pobreza que esas dictaduras y sus sucesores neoliberales produjeron.
Miles de mujeres protagonizaron la resistencia ayer, miles de nosotras estamos dispuestas a continuar luchando hoy. Por eso decimos NUNCA MÁS y nos solidarizamos con el pueblo hondureño.
Convocamos a todas y todos, latinoamericanas/os, gentes del mundo entero, a sumarse al repudio, a pronunciarse por los derechos del pueblo de Honduras y por el respeto del proceso democrático que se pretende interrumpir."

Declaración de las organizaciones feministas argentinas en repudio al golpe militar en Honduras.

Desde Sin Clóset, desde la Colectiva Feminista La Revuelta, abrazamos en especial a las compañeras feministas, a todas las mujeres, travestis, transgéneros, lesbianas, gays y todos los géneros que en este momento luchan y resisten el golpe de estado.

La realidad lésbica según Ilse Fuskova

Ella piensa en el cuerpo, ella piensa en su cuerpo, en el cuerpo alienado, silenciado prohibido, ella piensa en el cuerpo de la mujer utilizado como máquina y territorio de colonización, y lo transforma en cuerpo de placer y poder. Ella piensa en caricias, ella recuerda amores, ella viaja a su infancia y se encuentra con el deseo. Ella tiene 80 años y grita su derecho a ser quien es, a amar a quien quiera amar, a ser visible, ella se nombra lesbiana .

De la misma manera que en el programa anterior te presentamos a Ilse Fuskova. En esta segunda entrega de la entrevista te recordamos que Ilse, esta mujer que hoy tiene 80 años, se reconoció lesbiana a los 56, después de 30 años de matrimonio heterosexual y fue la primera mujer lesbiana que en Argentina asumió públicamente su lesbianismo ante las cámaras de televisión.

Cuántas vidas habrán cambiado luego de la aparición pública de Ilse, cuántas mujeres habrán comenzado a partir de verla, a repensar sus deseos, sus amores, su cotidianeidad. Cuántos interrogantes habrán comenzado a plantearse, porque, como la misma Ilse nos dice en su libro “Amor de mujeres”, la realidad lésbica plantea mucho más que un ghetto más o menos seguro. La realidad lésbica plantea un arsenal de preguntas de fondo:
  • ¿por qué se ha instalado como obligatoria la heterosexualidad cuando de hecho en todas las épocas históricas y en todos los continentes existió la atracción erótica entre mujeres?¿Cómo se beneficia el patriarcado con esta norma?
  • desde niñas nos adoctrinan para que creamos que si no somos madres no somos mujeres completas. ¿Cómo se beneficia el patriarcado con nuestra ciega obediencia?
  • la libre sexualidad se admite siempre que signifique el acceso de los varones al cuerpo de la mujer, pero no cuando plantea la sexualidad entre las mujeres. ¿A qué intereses sirve que esto sea así? Sabemos, escribe Ilse, que a partir de estas preguntas se abre una vastísima realidad fundada en la experiencia de las mujeres.
Azafata, periodista, fotógrafa, escritora, poeta, Ilse insiste en el valor de la palabra, de la palabra propia, de tomar la palabra. Como esa otra poeta y ensayista a quien ella tanto admira, Adrienne Rich, y que se pregunta ¿qué necesita saber una poeta? Que ninguna cultura, lenguaje o casta puede reclamar superioridad, a lo largo de enormes zonas nacionales, sociales, geográficas, la poesía levanta su cabeza y te mira a los ojos.

Te mira a los ojos, te acaricia, como la voz y las palabras que Ilse escribe en “La Isla”:

Lo que de la tierra mas amaba
Volvía a encontrarlo en el otro cuerpo.
Las colinas, la decisión de las palmeras,
El dulce canal de la nuca donde se articula lo necesario y el mundo de los sueños,
Y entre los muslos, y entre los labios
Algo mucho mas delicado
Aunque parecido a la seda húmeda
Que ella rozaba con reverente alegría, como si a 300 metros de profundidad
Le fuera permitido besar corales y anémonas de mar
En el paladar su lengua encontraba
Las huellas de la marea baja.
Ilse


Leer + Entrevista a Ilse Fuskova en la revista Soy


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sábado, 4 de julio de 2009

Ilse Fuskova y su orgullo lésbico


Ella piensa en el cuerpo, ella piensa en su cuerpo, en el cuerpo aliendado, silenciado, prohibido, ella piensa en el cuerpo de mujer utilizado como máquina y territorio de colonizacion, y lo transforma en cuerpo de placer y de poder. Ella piensa en caricias, ella recuerda amores, ella viaja a su infancoa y se encuentra con el deseo. Ella tiene 80 años y grita su derecho a ser quien es, a amar a quien quiera amar, a ser visible, ella se nombra lesbiana . Ella es Ilse Fuskova.

Ilse nació en Buenos Aires, estudió periodismo, fotografía, fue azafata y la traemos aquí a Sin Clóset, porque fue, sobre todo, la primera mujer que se atrevió a salir del clóset y declararse públicamente lesbiana ante las cámaras de televisión. Fue en 1991, cuando Mirtha Legrand la invitó a participar de uno de sus almuerzos. “No vayas”, le decían. “La vas a pasar mal”, “Te van a humillar”, le decían. Ninguna recomendación, ningún consejo pudo hacerla cambiar idea. Desafiándolas a todas, allá fue.

Seguimos conversando con Ilse sobre la experiencia lesbiana, sobre esta forma de construir relaciones profundas de afecto, de reconocimiento, entre mujeres, que no necesariamente y no siempre implican relaciones eróticas y que tan perturbadoras y peligrosas resultan para el patriarcado, que necesita controlar nuestro cuerpo, nuestra sexualidad porque si no… se acaba el patriarcado.

En el libro “Amor de mujeres. El lesbianismo en Argentina hoy”, escrito en coautoría con su pareja de muchos años, Claudina Marek y con Silvia Schmid, Ilse retoma una idea de la historiadora Gerda Lerner, quien afirma que en este momento histórico y por un tiempo, las mujeres sólo podrán tener a otras mujeres como únicas interlocutoras válidas.

Escuchá el programa Nº 16 de Sin-Clóset



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